La casita de chocolate (versión XXX). (Amaya Puente de Muñozguren)

Don Alberto, Ronaldo en el lugar al que se dirigía, circulaba por la gran avenida en su flamante Audi blanco último modelo, a la derecha los árboles del club de tenis que daban paso a varios edificios de alto standing de los más caros de la ciudad. No activó el intermitente al enfilar hacia lo que parecía ser la entrada de un parking muy amplio, en el fondo, muy en el fondo, se avergonzaba de tener que ir a un lugar así. Le habló a una cámara que estaba junto a una placa dorada en la que con letras de buen tamaño se leía:”La casita de chocolate”.
-Soy cliente habitual, llamé antes, he reservado la número trece del catálogo.
Una voz muy dulce le dio la bienvenida a la vez que por una trampilla resbalaba una llave dorada con un llavero que imitaba a la perfección dos cojones, eso sí, de oro.
-Sr Ronaldo, va a utilizar nuestro servicio de bar o prefiere ir directamente a su apartamento?
-Pasaré por el bar antes.
-Avisaré a su acompañante sr.
Sin dar las gracias aceleró en el momento que la segunda reja empezaba a abrirse. Con lo que estaba pagando no era necesario ser educado, una tarde en aquél lugar era como medio sueldo de su secretaria, que susto se llevó la pobre chica la primera vez que vio una factura, ya hacía meses, tuvo que explicarle que ese tipo de facturas iban en una carpeta aparte. Si no hubiese sido porque era hija de quien era ya se la habría tirado, como a todas las anteriores, luego unas cenitas, cuatro regalos, un par de viajes, eso si, de negocios y, justo en el momento en el que empezaban a hablar de amor o a insinuar decirle algo a la “santa” de su mujer, justo en ese momento: a la puta calle y a callar o no vuelves a tener trabajo en esta ciudad ni de mendiga. Pues bueno era él para esas cosas!.
En la primera curva, muy iluminados se veían varios cuartos de cristal como escaparates en los que mujeres esculturales daban vida a todas las pasiones que uno pudiera desear, estaba la colegiala con el montón de libros y el uniforme de lo más escueto, la chica vestida de cuero y taconazos que blandía su látigo de siete colas o jugaba con unas esposas, luego la enfermera preparando unos pañales gigantes a juego con sus pechos. Sabía perfectamente que esas chicas eran del boock, más de una vez había disfrutado de ellas, también sabía que las cambiaban cada dos horas porque en alguna ocasión de aburrimiento mortal en la oficina había hecho un par de viajes en una tarde. Eso era antes de que su amiguito empezara a fallarle y tuviese que buscarse de aliados todos los medicamentos que había en la farmacia. Las pastillitas azules le iban bien pero hoy iba a probar otras, blancas. Esperaba que fueran mejor, de ahí lo de la parada en el bar, para dar tiempo a que hicieran efecto. Siempre se preguntaba donde se escondía el enanito que les ponía una funda negra a todas las matrículas al entrar para que los vehículos particulares mantuvieran su intimidad, a los taxis no se lo ponían, de todas formas había coches tan horteras que aunque tapasen la matrícula se sabía de quien era como el chevrolet corvett rojo con placa de bronce y un nombre cursi en el capó que todos sabían de quien era. Que horterez.
Dos vueltas más abajo se desembocaba en un amplio aparcamiento cada uno frente a una puerta numerada, rodeados de árboles y plantas que parecían auténticos, en el lado contrario una amplia puerta de cristal muy iluminada daba paso a la cafetería minimalista y muy elegante. Siempre le habían gustado los enormes acuarios que hacían de pared a los dos lados de las puertas, limpios y llenos de cantidad de especies exóticas, en el fondo marino artilugios para que no se olvidara de donde estaba y qué había ido a hacer allí.
La música, Jazz, en directo le encantaba, le hacía sentirse un Dandy con su traje de gran boutique, sus zapatos carísimos y su corbata única en el mundo entero, diseño italiano en exclusiva para él. Faltaría más. Y mientras tanto la foca de su mujer matándose en el gimnasio, perdiendo el tiempo en exposiciones y clubs benéficos y enseñando a ser aún más pijas a sus ya muy pijas hijas que debían ser, más o menos de la edad de las chicas que había allí. Si su mujer tuviera el detalle de pedirle el divorcio o tomarse unas cuantas pastillas de más…que bien iba a vivir él, pero eso si, él se había casado para toda la vida y no haría nada para estropear su, feliz?, matrimonio, o lo que fuera.
En el boock había elegido, en contra de sus gustos habituales, a una joven, más joven que sus hijas, seguro, pero con cierto aire oriental, pequeñita pero bien formada, con un culo de impresión y dos tetitas que le cabrían en la palma de cada mano, estaba soñando que se la chupara con esa boquita pequeña y perfecta y metérsela hasta hacerle brillar lágrimas en los ojos negros y rasgados. Quería entrarle por detrás agarrado a sus caderas sin avisar, de golpe, como el que abre el maletero de un coche con prisa. Sólo de pensarlo se le movía algo en el pantalón pero no se le levantaba. Se sentó en el sillón que le correspondía, el número trece, le hacía gracia el número, era como tentar a la suerte.
Allí estaba ella, no importaba el nombre, total, a todas las llamaba “tú”…era mucho más bella que en las fotografías y también más alta, su hermosa melena le llegaba por debajo del culo que se insinuaba poderoso a cada paso, los tacones de aguja y las medias con costura negra le volvían loco, parecía que su amiguito se despertaba.
-Buenas tardes señor, es usted el sr Ronaldo?, quiere tomar algo?.
(Anda puta, déjate de milongas que sabes a que he venido, solo quiero follarte y romperte el culo, déjate de cursiladas que no te pago por eso)
-Si, encanto he venido a por ti, eres más bella que en las fotos.(esto les gusta, ya verás cuando se despiste esta guarra). Si, tráeme un Cardhú solo (no vaya a ser que piense que tengo que tomar alguna pastilla esta cerda, total, el médico dijo que no lo mezclara con alcohol pero ya hace rato que me las tomé)
– Pide algo para ti, preciosa. (Ya verás como viene con champan para pegarme un buen clavo, yo ya las conozco. Si piensan que me pueden asombrar van dadas). Agua?, vaya….esto me sorprende.
Había terminado la música y todos aplaudían educadamente menos él. “Que aplauda mi Visa Platino, no te jode!”. Un gesto de desaprobación cruzó por el rostro de la joven sin que él lo notara, mas ocupado en amasarle los pechos y tocarle el culo, duro como una roca y respingón, que maravilla!. La deseaba, quería follársela sin medida, romperla en pedazos y tirarla al mar, solo era un envoltorio para su disfrute. Creyó notar cierto alejamiento en ella cuando él le metía la mano entre el tanga de seda, posiblemente no le gustaban los numeritos en público, estas orientales eran muy raras. La verdad es que nadie en el local se comportaba como él aunque ni se dio cuenta. Don Alberto, Alias Sr. Ronaldo estaba preparado para la guerra, pensaba ganar todas las batallas. Esa puta de mierda se iba a enterar.
-Vamos?
-Vamos,(una mirada de súplica alertó al camarero que agitaba un coctel frente a ellos.)
Don Alberto se levantó del sofá muy alegre, tarareando una cancioncilla del siglo pasado, tirando de la mano de la joven hasta casi hacerla caer y miró al techo lleno de pequeños puntos de luz, sus ojos se quedaron fijos en ellos mientras llevaba una mano al pecho y caía pesadamente sobre la mullida moqueta. Muerto. Muerto?
La asistencia sanitaria intentaba reanimarle en el mismo lugar en el que cayó mientras en la acera esperaba una ambulancia amarilla con las luces y los rotores en marcha pero sin sirena, para qué molestar a los vecinos?

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6 respuestas a La casita de chocolate (versión XXX). (Amaya Puente de Muñozguren)

  1. ana amigo pardo dijo:

    No me da pena ninguna el señor Ronaldo, a algunos que están montados en el dólar se creen que todo lo pueden con el dinero, desgraciadamente hay muchos Ronaldos, pero el relato es entretenido.

  2. No me disgusta aunque lo veo demasiado tópico, quizá. Pero es un tema interesante para relatar.
    Cuidado con la puntuación 🙂

  3. Muchas gracias por tus comentarios. Revisare la puntuación. Gracias de nuevo. Un saludo. Amaya

  4. Mayka Ponce dijo:

    Me ha gustado tu relato. Y la idea, aunque tópica (seguro que hay más hombres de estatus medio o bajo que van de putas que ricos, simplemente porque hay más :-)), me parece original: una casa con escaparates en la que se muestran las chicas disfrazadas por temática, como un pequeño barrio rojo de Amsterdam en una mansión de Madrid. Muy bueno.
    Pero en mi opinión, lo que le ha fallado ha sido el final, que ha llegado muy precipitado y la muerte de él por infarto, En cuanto has mencionado que se había tomado la pastilla y una copa de cardhu a pesar de las contraindicaciones de su médico, yo ya sabía (e imagino que todo lector se lo puede imaginar fácilmente) que tu protagonista iba a morir y esto me ha dejado un poco «chof». Habría estado bien que mencionaras esto, que tus lectores esperáramos que iba a morir, pero le hubieses dado un giro a la historia con un final diferente e imprevisible, entonces te habría quedado un relato del 10!! Aún, así me ha gustado. Un beso, Mayka

  5. Leticia dijo:

    Estoy de acuerdo en las cosas que te han dicho anteriormente. Valoro que te hayas atrevido con una temática erótica. Apetece saber el final del relato y no lo olvidas fácilmente. Esto son cualidades muy buenas.

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