Toño, Perico y Pepe. (Mar)

El Sr. Martínez quiso coger el tren de cercanías una hora antes de lo habitual. Era una mañana blanca y gélida, y los primeros copos de nieve empezaban a caer envolviendo el anden en un silencio invernal. Antonio (Toño, para los suyos) paseaba anden arriba y abajo al refugio de su paraguas, sentía en sus hombros dos poderosas y pesadas manos que oprimían su caminar. Un discurso repetitivo y sin convicción machacaba desde hacía dos días su cabeza, solo el recuerdo de aquel cursillo de inteligencia emocional, al que le habían obligado a asistir, hizo que por un segundo su rostro  abandonara la mueca de preocupación y dibujase una media sonrisa. Ni el bullicio de los gemelos en Nochebuena cuando apareció su cuñado disfrazado de Papa Noel cargando un saco de regalos, ni la multitudinaria comilona de Navidad que tanto le gustaba, hicieron apaciguar su preocupación.

Antonio era un hombre con principios, de esos que se les llama «íntegros», un hombre con respeto hacia los demás. Él había llegado lejos en su profesión; nadie se lo regaló, demostró año tras año lo comprometido que estaba con su empresa. Tras veinte años de duro trabajo y muchas horas de más, echadas y no remuneradas, ascendió a esa jefatura que llevaba ocupando desde hacía un año. Lo había conseguido sin pisar la cabeza a nadie; cosa rara en aquel sistema competitivo y capitalista.

Llegó al edificio que albergaba la multinacional, subió a su departamento y se sirvió un indigesto café de máquina, aquellas dos manos pesadas que sintió en sus hombros mientras esperaba el tren, le sentaron de un golpe seco en su sillón giratorio de piel negra, por inercia siguió el balanceo giratorio. A un lado, veía como la ciudad iba despertando a la vida, un tráfico lento y personas a buen paso parecían inaugurar una nueva jornada laboral; al otro, la fotografía de Sonia y los gemelos apaciguó su angustia.

Una hora pasa volando y su secretaria llamó discretamente a la puerta:

—Buenos días, Sr. Martínez, ¿le traigo un café?

—No, gracias Pilar, ya he tomado uno, solo una cosa: avise en recepción que cuando lleguen el Sr. Rodríguez y el Sr. López les hagan pasar a mi despacho.

Antonio recordó a sus dos compañeros el día que entraron en la empresa, de eso ya hacía otros 20 años; él llevaba solo tres meses en la empresa cuando los ficharon. Desde el primer día la coordinación en el trabajo, la ilusión y el nivel de compromiso era tal que a los pocos años les llamaban los «tres tenores», ya les hubiera gustado a estos llevarse tan bien como Antonio, Pedro y José.

Toño, Perico y Pepe, así se llamaban entre ellos en las salidas familiares, jaranas nocturnas y cuando amenizaban, con algún chiste o chascarrillo, las horas de más echadas en la oficina.

Desde el nombramiento de su jefatura el contacto laboral ya no era tan estrecho como antes, pero la nueva posición de Toño no había fracturado ni un ápice la amistad entre los tres. Perico y Pepe nunca tuvieron celos del ascenso de su compañero y amigo, al contrario, imaginaban que con el tiempo el ascenso siguiente sería el de ellos.

Y el tiempo llegó, y la  sede de esa boa con nombre de multinacional que ya no llegaba a los beneficios que marcaban los hombres grises, que por corazón tenían una caja registradora, empezaba su ERE.

Antonio, el día antes de Nochebuena, había recibido la lista con nombres y apellidos, personas para él y números para la multinacional. Su cargo, le obligaba a dar la nefasta noticia a las diez primeras víctimas. Vidas que esa boa con nombre de multinacional extranjera iba a estrangular y engullir en aquella gélida mañana del último mes del año.

Pilar volvió a llamar a la puerta. Antonio volvió a sentir aquellas dos manos en sus hombros hundiéndole más y más… y más.

 

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11 respuestas a Toño, Perico y Pepe. (Mar)

  1. Susana Martín dijo:

    Me ha gustado mucho Mar, me parece que está muy bien escrito y describe en muy pocas palabras esa realidad tan oscura que es capaz de destruir valores tan importantes como la amistad. Describes muy bien como se puede sentir una persona en su situación, consigues que uno se meta en su piel y comprenda la angustia que pueda padecer, no es necesario contar más para sacar la esencia del relato.

  2. ana amigo pardo dijo:

    Si en este país hubiese más Antonios todo marcharía mejor, la historia está muy bien.

  3. mibandamemata dijo:

    Intenso, emotivo y cercano. Mancantao

  4. Mar dijo:

    Muchas gracias por leer mi relato y comentar.

  5. Leticia dijo:

    Se te ha escapado alguna tilde y hay alguna coma un poco desubicada, pero el resultado del relato es muy bueno. Es sencillo, cercano, real y logra transmitir sensaciones. Me ha gustado mucho, aunque es una pena que esté tan a la orden del día…

  6. A mi me gustó mucho, igual que Leticia te recomiendo ser más cuidadosa con la puntuaciónn y ortografía, no son el fin último del escritor pero son sus herramientas.

    • Mar dijo:

      Gracias Sherezada. Las comas, algunas son tan personales, me traen por «la calle la amargura». Revisaré la ortografía, pero me gustaría saber cuales son las que destacan.
      Feliz año.

  7. amaya dijo:

    Muchas gracias por escribir, me ha gustado tu relato. Un saludo. Amaya

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