Conformada de culto,
en mi inocencia burlada,
de blanca túnica
despojé mi esencia.
Bañé en salitre
mi desnudez,
ajena a la burla,
al sorteo de la entrega,
cubriendo de espuma
la ofrenda.
Adoré fervientemente
de tus labios la saliva,
saciedad de la carne
que despertaba mi gula.
En las dobleces de tu alma
desde donde tus palabras
adoctrinaron mi fe,
dispuse los sueños
que se embriagaron de ti.
Se depositó en ellos
la avaricia,
la de por siempre
tenerte,
y por entrar en tu mente
y gozar de tu cuerpo
selló la lujuria mis adentros.
Corrompida y soberbia
me amarré en tu seno
a la pereza
de despojarme de ti.
Y fue en tu partida que
el orgullo tornó en tristeza,
la de saberme para ti
una más de tus discípulas.
Mas en la promesa de aquel
mi voto,
forjé de la ira una daga
llevándome con ella a la muerte
siendo esta
la última de mis dádivas.