Experiencia envidiable. (Arturo Daussá Lapuerta)

   Chantal intentaba arreglárselas para ignorar y apartar los ojos sobre cualquier pensamiento del viaje de su marido al Brasil, sabía que si lo hacía se haría daño a sí misma y era suficientemente inteligente para no hacerlo, pero claro ¿Quién le pone fronteras a los sentimientos? Desde el día de la discusión después de los tangos en Ámsterdam ya no estaba tan segura de las cosas con Alfredo, sin embargo no tenía ningún motivo; y menos una prueba que pudiera sustentar unos celos sobre una cosa que sólo estaba en su imaginación, pero por encima de todo lo añoraba con todas sus fuerzas. Sin embargo reconocía que  la realidad era que desde que lo conoció todo había sido un vivir al filo.

    Estaba con María del Mar en la playa. Iban con vestido ligero pero con ese sol abundante se estaba bien, su ahijada, la pequeña Chantal,  golpeaba contra la arena su diminuta pala incapaz de meter ni un solo grano de arena dentro del cubito, su madre la miraba con complacencia.

   —Mujer no ves que todavía es pequeña para jugar con la pala y llenar el cubo —dijo Chantal medio riéndose

   —Sí—respondió María del Mar— es verdad, pero ya ves una madre se cree que la niña ya lo sabe hacer todo. Por cierto ese falso aviso de tu embarazo espero que no te obsesione, a mí también me pasó lo mismo.

   Chantal no sabía muy bien que responder, al principio al saber que aquello fue una falsa alarma se deprimió, pero luego poco a poco fue entendiendo que ya le llegaría; quizás ese no era el mejor momento para afrontar una maternidad. Hubo un pequeño silencio; se notaba que estaba ordenando sus ideas, al poco contestó:

   —Bueno ya sabes que me disgusté al saber que no estaba embarazada, pero ahora ya lo he comprendido y todo llegará. ¡Chica como te envidio con esta preciosidad de cría!

   Corría una ligera brisa de levante que traía un fuerte olor a yodo y le daba en el cogote enredando sus cabellos como una madeja de agujas, pero parecía que no le preocupaba, estaba distraída moviendo las sandalias que hundía en la arena formando unos hoyos donde se reflejaba el sol como si convirtiera aquella arena en granos dorados. Miraba fijamente hacia el horizonte sin disimular que su mente estaba viajando, lejana, como en otro mundo.

   —Chica —comentó Chantal sin apartar la vista de la lejanía, como si hablara para ella misma— parece que no, pero si no fuera por esta brisa podríamos estar en bañador, no me creo que estemos en Mónaco y en marzo.

   María del Mar al verla así le preguntó:

   —¿En qué piensas?…  te veo muy abstraída.

   —No en nada… bueno sí pensaba en Alfredo y tu marido, me extraña llevan tres días sin llamar se lo deben estar pasando de miedo en ese país, a saber lo que se llevan entre manos, a mí ese viaje me da chamusquina.

   —¿Chamusquina? No me hagas reír ahora que sois marido y mujer, te lo dije el otro día, las cosas cambian, debes acostumbrarte, pero es que… ¿lo echas de menos o es que tienes un ataque de celos?

   Chantal se pasó la mano por el cogote arreglándose el pelo, necesitaba unos segundos para contestar en realidad no sabía bien como se sentía, ni una cosa ni otra o quizás las dos.

   —Bueno supongo que ambas cosas.

   —Vale lo de la añoranza no te lo vas a poder curar eso es así, seguro que ellos también nos echan de menos, sobre lo de los celos deberías empezar a detectar si hay motivos o no para eso.

   —Como dijiste aquello de Brasil donde están los culos más bonitos del mundo, pues no sé, Alfredo es muy fogoso y demasiados días sin mí, además eso que dices de detectar cosas es imposible.

   —Es verdad —añadió María del Mar— que te dije aquello de los culos y lo hice porque ya sabes es la regla de oro de los tíos.

   —¿La regla de oro?

   —Sí es lo primero que miran si este es perfecto el resto lo será, para ellos eso es básico, luego vienen las tetas pero eso es otra lección.

   Chantal soltó una sonora carcajada, precisamente ella tenía un trasero  respingón, sólido y proporcionado, siempre había pensado que era una de las partes de su cuerpo de la que se sentía muy orgullosa, además todas las mujeres la envidiaban.

   La pequeña Chantal al verlas reír sonrió tapándose la cara con la punta de la pala que se puso delante de su boquita.

   —¡No mi niña eso no se come!, mamá te dará “ñam-ñam” de aquí media hora, deja la pala mi niña —María del Mar le sacó la arena de la boca y aprovechó para colocarle mejor el sombrerito, giró la cabeza y preguntó a bocajarro:

   —Mira Chantal ¿es que tienes problemas en la cama?

   —¡Ah! no todo lo contrario solamente de pensar en nuestras noches no sé, me excito, pero no es eso… no…  pero ¿cómo poder saber si me la pega con una de esas brasileñas o cualquier otra?

   —Pues fácil yo tengo la teoría de los cuándos. Verás: cuando se instala entre una pareja un silencio triste, cuando todo se funde en lo monótono y te hace el amor más cercano a cumplir un trámite que a un acto de verdadera pasión —al llegar aquí hizo un silencio mirando la expresión de Chantal, se quería asegurar si era mejor seguir o callar, decidió lo primero— cuando no ves que trabaje para hacer cosas diferentes que abran nuevos horizontes en la cama, cuando te pregunte de golpe que conjunto de vestido le va mejor; cuando pida que corbata le pega, cuando te traiga regalos inesperados que suelen ser  pagadores de mala conciencia, cuando no le importe como vayas vestida y no se fije en tu nuevo peinado —paró un momento para recolocar bien el gorrito de la pequeña, y prosiguió— como te decía: cuando de golpe empiece a llevar el coche limpio y los zapatos lustrados y las reuniones de trabajo se alarguen y los viajes de negocios solapen fines de semana, cuando algo de esto ocurra empieza a utilizar tus armas de mujer porque seguramente tienes un problema, pero si nada de esto te ocurre vive la vida.

   —Caramba que envidia me da tu experiencia con los hombres, repito es envidiable, de verdad.

   —No te engañes, lo que tengo son hermanos y cuñadas.

   Chantal se echó a reír doblándose sobre su barriga que le dolía por el ataque de risa.

 

  El levante empezaba a arreciar y pequeñas pinceladas blancas se dibujaban sobre las crestas de algunas olas.

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5 respuestas a Experiencia envidiable. (Arturo Daussá Lapuerta)

  1. Eva dijo:

    ¡Vaya! Gracias Arturo, no recuerdo haber recibido tan sabias observaciones de alerta matrimonial (¡así me fue!) ni siquiera de mi madre ( así la fue a ella, debe ser genético). Me parece un relato sencillo, de alguna forma intimista; y lo que más me ha gustado es que tú como hombre (por qué eres hombre, ¿verdad?) hayas sabido plasmar las dudas y deducciones de las mujeres, todas nos parecemos, en un tema que tanto nos alerta. Y el marco, una escena sencilla, apacible, cotidiana, bella en su descripción y, a la vez, tan llena de incertidumbre y miedos. ¡Todo un contraste! Gracias por compartirlo. Y me apunto los consejos.

  2. manoli dijo:

    Apacible escena.
    Y ahora me pongo plan señorita Rottermeyer con mis correcciones:
    Intenta revisar un poco los signos de puntuación, en muchas frases te faltan y en otras sobran o no están puestos. La frase me da chamusquina me suena rara. Quizá sea porque yo siempre oí «me huele a chamusquina». Y para terminar de ser pesada , el párrafo de la niña con pala, quedaría mejor quitando la repetición arena. Es decir: » golpeaba contra la arena su diminuta pala incapaz de meter ni un solo grano dentro del cubito,» Salvo esas tres cosillas, que dicho así parecen muy largas, la escena es entrañable. Me imagino un cuadro de Sorolla con las mujeres en la playa, las cintas al viento. Muy bonito y muy sabios tus «cuando». Felicidades

  3. carlaluna91 dijo:

    Me gustan las historias sencillas, los breves episodios de una vida que podría protagonizar cualquiera. Coincido con Manoli en que los signos de puntuación a veces desconcentran y te interrumpen en la lectura para volver a leer y descubrir el verdadero sentido de alguna frase.

  4. Leticia dijo:

    Yo también coincido en lo que te han dicho con anterioridad. Hay partes «complicadas» de seguir, hay que volver a leerlas para saber qué significan y de qué hablan. Me he quedado con las ganas de saber por qué con él todo había sido vivir al filo ;). También me choca la tranquilidad de la otra mujer, con una niña pequeña y su marido tres días sin llamar estando en país extranjero. Aunque luego, cada pareja es un mundo. Por lo demás, es cierto que la imagen está muy bien dibujada y es fácil imaginarse a las dos mujeres y a la niña en esa playa, pasando un día tranquilo y hablando de sus cosas. Me gustan mucho los relatos donde se cuentan «teorías» con nombres y todo. «La teoría de los cuándos». Muy interesante :).

  5. Arantxa dijo:

    Un relato muy sencillo y una conversación muy cotidiana. A mí, personalmente, siempre me han gustado más las cosas sencillas y cotidianas, como extraídas de las experiencias personales, de cosas o conversaciones captadas al vuelo, como ésta por ejemplo, que parece una conversación de playa en un día de playa cualquiera. Gracias por compartirlo

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