Nono. (Miguel Tardewski)

Nunca me voy a olvidar de las palabras proferidas por mi abuelo la vez que lo visité en Italia, extrañas si se tiene en cuenta que jamás escribió una letra –no hubiera descifrado el modo si lo hubiese deseado–, premonitorias como las de aquellos que saben algo sin saberlo, en su pueblito, Arnara, en el que también nació mi madre, quien luego de diferentes vicisitudes desembarcó en Argentina y se casó con mi padre, y que más tarde, juntos, hermanos a cuesta, fuimos a Italia, a su pueblito, Arnara, allá por el año 1986: “si querés se escritor vos no te tenés que forjar un destino sino una genealogía”. Nunca me las voy a olvidar, sobre todo, porque al año siguiente, en un accidente automovilístico que se podría haber evitado, como, en general, pueden evitarse la mayoría de los sucesos involuntarios –escribo involuntario simplemente por comodidad, luego de tanto tiempo y lecturas ya no sé, a ciencia cierta, el calificativo que merece–, murió. Era un auto blanco. Un Ford Fiesta que nono Filippo –así le decíamos– había comprado para que pudiéramos viajar durante los dos meses de estadía. Según tengo entendido mi abuela, su esposa, la madre de mi madre, que había estado en Rosario un par de años antes, no recuerdo ahora si una o dos veces, se había opuesto, con argumentos contundentes, a la compra; sin embargo, la terquedad de la vejez masculina primó. Nunca me las voy a olvidar, decía, porque aquellos meses de 1986 fueron los únicos de mi vida en que tuve contacto directo con él, y esa frase “si querés ser escritor te tenés que inventar una genealogía”, nítida, hizo tal mella en mí que aún hoy, tantos años después, la sigo rememorando y escribiendo, quizás, por qué no, para traer a mi abuelo a la memoria que, según comentan, es más terrible que Dios, para no permitir que se me escape su imagen –como es probable que suceda– o, tal vez, para hacerle caso y cumplir con ese destino que él pretendió –sin saberlo– imponerme.

Mi abuelo era un hombre alto, flaco, analfabeto y curioso, las mujeres le gustaban más que la música, y la música era su pasión, se llamaba Filippo, usaba sombrero. Si bien con certeza, de los datos que repaso, puedo dar cuenta, sin acudir a testigos o fotografías, solamente, de su nombre, yo de él, limpias, conservo dos imágenes. Una es la que acabo de contar, el día o la tarde que me sentó en el escalón de la puerta de su casa, en el que yo esperaba todas las mañanas, todas, puntualmente, sin que nadie me despertara, casi de madrugada en realidad, a que él saliera para ir juntos a ordeñar –a ver ordeñar– las vacas, y me dijo, sin preámbulos, con un carácter profético, que incluso hoy me desvela, no tanto por el contenido de la expresión sino por la forma: “para ser escritor tenés que proyectar una genealogía, el destino viene solo”. La otra es –la otra imagen, ¿no?–, según desde dónde se la mire, menos importante, sin embargo, a su pesar seguramente, la maldición del tiempo no logra corroerla: mi abuelo, en un momento dado, me pregunta si quería aprender a atarme los cordones ya que había visto que iba con ellos constantemente sueltos: “¿te enseño a atarte los cordones?”; yo le respondí, por supuesto, que sí y manos a la obra me indicó dos o tres movimientos que debía realizar para desde allí en más no perder nunca esa exigua habilidad manual –una de las pocas de las que puedo jactarme– que, entre otras cosas, me ha permitido, caminar, sin temor, a tropiezos.

 

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13 respuestas a Nono. (Miguel Tardewski)

  1. Mayte Sánchez Sempere dijo:

    Bonita historia aunque a veces se pierde uno en algunas frases, quizá demasiado largas o demasiado «retorcidas», en algunas comas que hacen ir y venir y confunden un poco. Pero la historia tiene un punto tierno y evocador que me gusta.

    Un saludo.

  2. Sofico & Mum dijo:

    No me queda claro si tú relato es para el tema libre o para el tema del mes. Si es sobre la obsesión, no la encuentro por ninguna parte.

  3. Miguel Tardewski dijo:

    Digamos, si tengo que explicar el relato significa que no logré lo que quería. O quién dice, tal vez sea todo lo contrario. Justamente las comas que decís que hay demás y los períodos largos tienen un propósito que es, digamos, no permitir que al lector se le haga fácil seguir la historia. Después, no hay intención evocadora en el texto, sino puesta en duda de todo eso que supuestamente sucedió, más aún, si uno le presta atención el título: no.

    • Mayte Sánchez Sempere dijo:

      Ah, bueno, es perfectamente lícito tratar de dificultar la lectura, pero es algo que no me gusta demasiado. En cuanto al título, por más atención que le presto no me dice «no», me dice «abuelo»… Me gustaría poder decirte que lo has conseguido, pero me temo que conmigo no, aunque puede ser que el problema esté de este lado de la red 🙂

      Un saludo y suerte

  4. Miguel Tardewski dijo:

    Es tema libre aunque la obsesión aparece por eso que se nos escapa sin que podamos hacer nada: los recuerdos, que nunca son otra cosa que una ficción (que no significa para mí lo contrario de lo real, sino construcción).

  5. Ana Calabuig dijo:

    Tu relato y el mío aunque van de abuelo/a y nieto/a son completamente distintos y las perspectivas también. El tuyo, según creo entender, relata algo que sucedió en el tiempo pero lo haces de forma más descriptiva. El mío, sin embargo, también es de algo que sucedió en el tiempo aunque totalmente evocador, con nostalgia y sentimiento. Al menos eso es lo que quise transmitir. De todas formas, pese a la largura de alguna frases que ya han comentado otros compañeros, a mi me gusta tu relato.

  6. Me ha gustado tu relato. Siempre me emociona leer relatos de este tipo, será porque la mía con mi abuelo fue muy entrañable, y también he escrito bastante sobre él. En este caso, la empatía también ha tenido mucho que ver.

  7. Miguel Tardewski dijo:

    Lo que cuento nunca sucedió. Pero ¿acaso importa?

  8. Miguel Tardewski dijo:

    Justamente, esa descripición lo que pretende no es ser fiel a lo que sucedió, sino todo lo contrario.

  9. manolivf dijo:

    Lo que yo advierto en el texto en una segunda lectura, es un abuelo que pasa sin pena nin gloria,
    del que se recuerda una frase y poco más – aparte de remarcar que era analfabeto ya desde el inicio: «Jamás escribió una letra-no hubiera descifrado el modo si lo hubiese deseado-» lo que de por sí resta credibilidad a esa «solemne frase» con la que el protagonista parece evocarlo. Si es una ironía, Miguel, y una puesta en duda de lo que en realidad sucedió, haces que el lector no sólo se pierda si no que no sepa si es el abuelo o el nieto el que «pasa». saludos.

  10. manolivf dijo:

    P.D. Una cosa segura hay que reconocerte: la controversia y dudas que has creado. 😉

  11. Miguel Tardewski dijo:

    Manolivf: ahí está la clave, esa puesta en duda entre el abuelo y nieto. Y justamente, un abuelo que pasa sin pena ni gloria por haber compartido con él solamente dos meses cuando era un nene. ¿O esos dos meses dejaron alguna marca que no puedo desentrañar? Para mí se habla de una presencia-ausencia constante. Y una cosa más, como lo planteás, que está muy bien, la respuesta de este relato la encontrás en el otro que está participando, Edipo Moderno. Saludos y gracias por tan buena lectura.

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